Retales de otoño


Y allí estaba ella. Intimidado por su presencia se escondió detrás del árbol que tenía a su derecha a modo de aclarar sus ideas. Lo había ensayado miles de veces y esta vez tenía que sincerarse, debía dejar que fuese su corazón el que hablase y tomara las riendas de aquel sentimiento que habría reprimido durante tanto tiempo. 

Se asomó con sigilo y observó con disimulo la chica. El corazón le dio un vuelco. 
Hacía ya 2 años que no se veían pero pudo reconocerla al instante. Aunque tenía la misma cara había cambiado. Se veía más alta, más serena y madura. Llevaba el pelo recogido y unas gafas de lectura con la montura fina.                                                                                  
«Que raro verla con falda» pensó, ya que nunca antes la había visto con una prenda de ropa similar y le vinieron a la mente imágenes de ella tiempo atrás en la ciudad, caminando por la playa o paseando tranquilamente por el parque bajo la atenta mirada de los árboles.
De aquellos arboles.
Los mismos arboles que ahora observaban como el tímido chico, indeciso por el peso que había cargado durante aquellos años se debatía entre si debía presentarse ante ella o no.  
«Quizá esta enfadada» se dijo así mismo.

El tiempo había abierto una brecha en sus corazones del que cada uno se tuvo que hacer cargo individualmente. El muchacho había vagado de aquí para allá y solo en las noches de soledad se permitía el lujo de echarse a llorar por su pasado, dejando fluir sus recuerdos como una imprevisible tormenta que iba y venía en los momentos más difíciles.

La chica, que ignoraba el daño de las palabras, se había adelantado a su corazón en aquella despedida hace dos años, dejando brotar palabras frutos de su enfado y orgullo que se lo harían pagar a cada minuto y cada recuerdo de aquel momento que revivía cada noche hasta que, su corazón, cansado de aquél insoportable dolor decidió construir una férrea muralla en torno a su persona, volviéndola más fría y distante al resto de personas.
Nadie podía ayudarla. Nadie la entendía. 

Inmersa en la lectura no se había percatado de que chico se encontraba inclinado hacia delante y totalmente al descubierto y ocurrió algo que ninguno de los dos se hubiese esperado nunca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario